Victor Lapuente Giné es Licenciado en Ciencias Políticas por la UAB y Doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Oxford, con una tesis dirigida por José María Maravall. En la actualidad es profesor de Ciencia Política en el Quality of Government Institute de la Universidad de Gotemburgo (Suecia).
Publica hoy este autor un interesante artículo de opinión en la Tribuna del diario El País en el que aporta algunas claves sobre cómo luchar contra los actuales niveles de corrupción en paises como el nuestro: En resumen, aboga por una mayor profesionalización de los niveles administrativos superiores y una reducción de los puestos dependientes de nombramiento discrecional del poder político.
" ¿Por qué hay tanta corrupción en España?
La principal causa de los escándalos es el alto número de cargos de designación política en las instituciones nacionales, autonómicas y locales. Son redes clientelares que viven de que su partido gane las elecciones.
Para los que estudiamos la corrupción a nivel comparado, la reciente oleada de escándalos en España no representa ninguna sorpresa. Países como Francia, Italia, Portugal o España llevan años mostrando niveles de corrupción y de calidad de gobierno más parecidos a los de países autoritarios en vías de desarrollo que a los propios de democracias capitalistas avanzadas con décadas de pertenencia a la OCDE. ¿Qué factores separan a estos países, y en particular a España, de las democracias libres de corrupción?
Una primera tentación que hay que evitar es la de afirmar que la corrupción está en "nuestra cultura". Se trata de un argumento peligroso e intelectualmente poco satisfactorio, pero que, sin embargo, goza de cierto predicamento en algunos círculos -posiblemente los mismos que afirmaban no hace tanto tiempo que la democracia representativa o el capitalismo no tenían espacio en nuestra cultura mediterránea y/o católica. Como un creciente número de estudios está demostrando, la causalidad parece ir en todo caso en la dirección opuesta: los países desarrollan "malas" culturas -o culturas donde predomina la desconfianza social- como consecuencia de unos elevados niveles de corrupción.
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Una segunda tentación a evitar es el impulso legalista, con mucho arraigo en España, uno de los países del mundo con una mayor proporción de abogados en sus administraciones. Desde la visión legalista, expuesta, por ejemplo, por el Tribunal de Cuentas en un informe sobre corrupción local, lo que explicaría la misma en España sería "la falta de regulación", que "permite un margen de discrecionalidad, no siempre acorde con la protección del interés público". Pero, ¿alguien puede de veras creer que la solución a la corrupción local consiste en regular todas y cada una de las actividades de estas administraciones?
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Sorprende comparar la actitud de nuestro Tribunal de Cuentas con sus equivalentes nórdicos: en ellos, en lugar de artículos con detallados procedimientos, encontramos simplemente alguna presentación de powerpoint señalando que el objetivo es evitar una "deficiente contabilidad", dejando discreción casi absoluta a los auditores públicos sobre cómo llevar a cabo su labor de fiscalización.
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Como la literatura moderna sobre corrupción señala, las causas de la corrupción no hay que buscarlas en una "mala cultura" o en una regulación insuficiente, sino en la politización de las instituciones públicas. Las administraciones más proclives a la corrupción son aquéllas con un mayor número de empleados públicos que deben su cargo a un nombramiento político. Y aquí, el contraste entre España y los países europeos con niveles bajos de corrupción es significativo. En una ciudad europea de 100.000 a 500.000 habitantes puede haber, incluyendo al alcalde, dos o tres personas cuyo sueldo depende de que el partido X gane las elecciones. En España, el partido que controla un gobierno local puede nombrar multitud de altos cargos y asesores, y, a la vez, tejer una red de agencias y fundaciones con plena discreción en política de personal. En total, en una ciudad media española puede haber cientos de personas cuyos salarios dependen de que el partido X gane las elecciones.
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Esto genera diversos incentivos perversos para la corrupción. Los empleados públicos con un horizonte laboral limitado por la incertidumbre de las próximas elecciones son más propensos a aceptar o a solicitar sobornos a cambio de tratos de favor que los empleados públicos con un contrato estable. En segundo lugar, a diferencia de lo que ocurre en la mayoría del mundo occidental, donde los políticos locales están forzados a tomar decisiones junto a funcionarios que estarían dispuestos a denunciar cualquier sospecha de trato de favor, en España toda la cadena de decisión de una política pública está en manos de personas que comparten un objetivo común: ganar las elecciones. Esto hace que se toleren con más facilidad los comportamientos ilícitos, y que, al haber mucho más en juego en las elecciones, las tentaciones para otorgar tratos de favor a cambio de financiación ilegal para el partido sean también más elevadas.
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¿Qué podemos hacer para reducir esta politización? La experiencia de otros países resulta ilustrativa. Por ejemplo, entre finales del siglo XIX y principios del XX muchas ciudades de Estados Unidos presentaban unos niveles de politización y corrupción tan estratosféricos como los reflejados en la película Gangs of New York, donde el gobierno de la ciudad aparece capturado por redes clientelares e incluso criminales. Unos años después, la extensa politización de las administraciones locales -y, de su mano, la corrupción- descendió de forma drástica gracias a reformas institucionales como la sustitución del tipo de gobierno strong-mayor (el tipo de gobierno local que predomina en España, en el cual un solo cargo electo, el alcalde y su mayoría de gobierno, acumula mucho poder) por el denominado city-manager. En esta nueva forma de gobierno, los cargos electos retienen la capacidad legislativa, pero el poder ejecutivo pasa a manos de un directivo profesional nombrado por una mayoría cualificada de concejales y por un periodo de tiempo no coincidente con el ciclo electoral, reduciendo así el grado de dependencia política.
¿Qué podemos hacer para reducir esta politización? La experiencia de otros países resulta ilustrativa. Por ejemplo, entre finales del siglo XIX y principios del XX muchas ciudades de Estados Unidos presentaban unos niveles de politización y corrupción tan estratosféricos como los reflejados en la película Gangs of New York, donde el gobierno de la ciudad aparece capturado por redes clientelares e incluso criminales. Unos años después, la extensa politización de las administraciones locales -y, de su mano, la corrupción- descendió de forma drástica gracias a reformas institucionales como la sustitución del tipo de gobierno strong-mayor (el tipo de gobierno local que predomina en España, en el cual un solo cargo electo, el alcalde y su mayoría de gobierno, acumula mucho poder) por el denominado city-manager. En esta nueva forma de gobierno, los cargos electos retienen la capacidad legislativa, pero el poder ejecutivo pasa a manos de un directivo profesional nombrado por una mayoría cualificada de concejales y por un periodo de tiempo no coincidente con el ciclo electoral, reduciendo así el grado de dependencia política.
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Este tipo de gobierno, o variantes del mismo, ha sido adoptado en las administraciones locales de los países occidentales que presentan menores niveles de corrupción. En ellos, el partido que gana las elecciones tiene las "manos atadas" a la hora de hacer nombramientos, porque existe un directivo profesional que gestiona la organización administrativa, o bien debe llegar a amplios acuerdos con otras fuerzas políticas, incluyendo con frecuencia a las de la oposición, para nombrar a cargos públicos. En general, se trata de buscar mecanismos institucionales para que se seleccionen empleados públicos cuya continuidad en el cargo dependa de su competencia o mérito y no de su lealtad política.
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Es importante subrayar que el nivel de competencia de los empleados no es sinónimo de lo que tradicionalmente se interpreta como sistema de mérito en España; es decir, unos funcionarios públicos seleccionados mediante oposiciones y con una plaza "en propiedad" de por vida, con independencia de su rendimiento. La evidencia empírica nos muestra que no es necesario tener una administración repleta de funcionarios para reducir la corrupción. Por ejemplo, los dos países menos corruptos del mundo en 2008, Suecia y Nueva Zelanda, eliminaron hace años el estatus funcionarial para la gran mayoría de sus empleados públicos, que en la actualidad se rigen por la misma legislación laboral que cualquier trabajador del sector privado.
Es importante subrayar que el nivel de competencia de los empleados no es sinónimo de lo que tradicionalmente se interpreta como sistema de mérito en España; es decir, unos funcionarios públicos seleccionados mediante oposiciones y con una plaza "en propiedad" de por vida, con independencia de su rendimiento. La evidencia empírica nos muestra que no es necesario tener una administración repleta de funcionarios para reducir la corrupción. Por ejemplo, los dos países menos corruptos del mundo en 2008, Suecia y Nueva Zelanda, eliminaron hace años el estatus funcionarial para la gran mayoría de sus empleados públicos, que en la actualidad se rigen por la misma legislación laboral que cualquier trabajador del sector privado.
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¿Podemos aspirar en España a unas administraciones más flexibles y eficientes y, a la vez, menos corruptas? El principal obstáculo para ello es que aquí el debate público está atrapado entre dos visiones antagónicas e indeseables ambas. Por un lado, los partidos políticos que, amparándose en la rigidez tradicional de la administración pública, han fomentado instituciones que permiten una alta politización de la administración y, por tanto, generan corrupción. Por otro, los representantes de los cuerpos de funcionarios que abogan por el mantenimiento de un sistema de empleados públicos inamovibles. Quien obviamente paga las ineficiencias derivadas de la politización y de la rigidez administrativa son los ciudadanos.
¿Podemos aspirar en España a unas administraciones más flexibles y eficientes y, a la vez, menos corruptas? El principal obstáculo para ello es que aquí el debate público está atrapado entre dos visiones antagónicas e indeseables ambas. Por un lado, los partidos políticos que, amparándose en la rigidez tradicional de la administración pública, han fomentado instituciones que permiten una alta politización de la administración y, por tanto, generan corrupción. Por otro, los representantes de los cuerpos de funcionarios que abogan por el mantenimiento de un sistema de empleados públicos inamovibles. Quien obviamente paga las ineficiencias derivadas de la politización y de la rigidez administrativa son los ciudadanos.
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Aunque esta situación parezca irreversible, la experiencia de otros contextos debe infundirnos optimismo. Cuando activistas como Richard Childs -hombre de negocios y promotor de un tipo de gobierno local basado en directivos profesionales como los existentes en el sector privado- iniciaron su improbable lucha contra la politización y la corrupción que asolaban la mayoría de niveles administrativos en Estados Unidos hace ya más de un siglo, se enfrentaron a redes clientelares cuyo poder parecía inexpugnable. Sin embargo, triunfaron porque fueron capaces de movilizar los intereses de aquellos que en última instancia generaban la riqueza del país, convenciéndolos de que ésta se estaba malgastando no con malas políticas públicas, sino con malos políticos, o mejor dicho, con la pervivencia de malas instituciones utilizadas por los políticos para sostener sus redes clientelares. ¿Podrá alguien en España movilizar esos intereses?"
Aunque esta situación parezca irreversible, la experiencia de otros contextos debe infundirnos optimismo. Cuando activistas como Richard Childs -hombre de negocios y promotor de un tipo de gobierno local basado en directivos profesionales como los existentes en el sector privado- iniciaron su improbable lucha contra la politización y la corrupción que asolaban la mayoría de niveles administrativos en Estados Unidos hace ya más de un siglo, se enfrentaron a redes clientelares cuyo poder parecía inexpugnable. Sin embargo, triunfaron porque fueron capaces de movilizar los intereses de aquellos que en última instancia generaban la riqueza del país, convenciéndolos de que ésta se estaba malgastando no con malas políticas públicas, sino con malos políticos, o mejor dicho, con la pervivencia de malas instituciones utilizadas por los políticos para sostener sus redes clientelares. ¿Podrá alguien en España movilizar esos intereses?"
19 comentarios:
Extraordinario el artículo.
Debato constantemente con mis amigos sobre este y otros problemas del país y me has abierto nuevas perspectivas.
Estoy hasta el gorro de lo que pasa en este país con los políticos y con el rendimiento laboral de la mayoría de trabajadores, he llegado a plantearme el "borrarme" como español, porque creo que no quiero pertenecer a lo que en estos momentos representa España.
Hay que hacer algo ¿existe la posibilidad de pedir la nacionalidad de Suecia o Nueva Zelanda y que sirva como toque de atención para la clase política?
Un saludo.
Me parece bien. Una vez privatizadas la sanidad y la educación, ¿por qué no privatizar las instituciones públicas?
Pues yo sin ser doctor ni nada lo tengo muy claro. Hay tanta corrupción porque somos gilipollas y les seguimos votando hagan lo que hagan. Desde la última reelección de Felipe González está claro que ya pueden robar y delinquir a plena luz del día que millones de españoles les votarán sin mirar porque es "su" partido, a la manera que podría ser "su" equipo de fútbol.
El problema es que la gente vota unas siglas y un color, y lo que hagan no importa. Y así seguiremos hasta que se nos quite la tontería de que si Franco, que si los comunistas, que si tal, que si pascual...
Yo lo estoy haciendo (o al menos lo intento)
http://ceothinks.wordpress.com
Si se fijan bien, los países con menos corruptos no tienen una "ética del trabajo", al que se ve como algo que hay que evitar.
Por el contrario donde hay menos corrupción es donde esa "ética de trabajo" predomina.
Esta étcia predomina en los países protestantes, o donde nació y se arraigó el protestantismo.
En el catolicismo el trabajo se ve como una maldición, en el protestantismo el trabajo es una bendición.
Los países que el autor nombra son países en donde el catolicismo fue la religión dominante: Francia, Italia, Portugal y España. Por el contrario, los países nórdicos son de raigambre protestante.
De ahí que Latinoamérica sea un contiente donde hay tanta corrupción, debido a que fue colonizado por españoles, país católico en esa época, y por el contrario, tanto Canadá como Estados Unidos sean países menos corruptos.
Perdón, me equivoqué en el comentario anterior.
Al principio puse: "Si se fijan bien, los países con menos corruptos no tienen una "ética del trabajo", al que se ve como algo que hay que evitar."
En realidad quise decir que los países más corruptos no tienen una ética del trabajo, por eso lo ven como algo que hay que evitar
Un artículo muy interesante.
Anónimo de las 17:44, ¿has leído el artículo? "Una primera tentación que hay que evitar es la de afirmar que la corrupción está en "nuestra cultura". Se trata de un argumento peligroso e intelectualmente poco satisfactorio, pero que, sin embargo, goza de cierto predicamento en algunos círculos."
El día que en Andalucía se acabe con el clientelismo que se ha gestado durante 20 años, me imagino que entrará en un colapso que hará que se autoborre del mapa.
Ha dado usted en el clavo. Los cargos de confianza son la gran lacra, y todos los politicos de cualquier partido hacen mutis por el foro en este tema, pues todos tienen esa enorme red que reprime al funcionariado a sueldos de escándalo. Muchas veces los que trabajamos en la administración pública tenemos que sufrir el desánimo de tener por encima de nosotros a aunténticos patanes, que no saben de que va la vaina y que se llevan un jornal a casa impresionante.
A menudo reflexiono sobre estas cuestiones, y debo decir que sin formación ninguna había llegado a la misma conclusión que explica usted en su excelente artículo.
Actualmente estoy viviendo en Francia y creo que, a pesar de todo, el nivel de corrupción es menor. He observado que no sólo el número de "elegidos" por los partidos es menor, sino que además muchas decisiones se toman por grupos (consejos y similares), donde la corrupción tiene menos posibilidades de progresar.
Un saludo.
Ojalá estas quejas sean el inicio de un movimiento que acabe por forzar un cambio en la Administración del Estado.
Aprovecho para denunciar un hecho insólito que tuvo lugar anteayer. Llamé a eso de las 2:00am hora Madrid al consulado de España en Manila para hacer una consulta sobre visados. Después de varios intentos fallidos -no me cogieron el teléfono-, se oye un pequeño chasquido y escucho perfectamente a un tipo jadeando junto al aparato y de fondo una película porno. Sé que era una película online porque oí un sonido propio de Windows. Increíble pero cierto. Un funcionario MASTURBÁNDOSE mientras ignora el timbre del teléfono (que posiblemente descolgó en un intento de desconectarlo).
Al margen de que luego llamase a la embajada y relatara los hechos, ¿es esto aceptable en algún lugar del planeta? ¿Alguien se imagina una cosa así en una misión diplomática alemana o belga, por ejemplo?
¡VOMITIVO! Y esto es sólo un ejemplo, porque la asistencia consular en el extranjero es poco menos que denigrante.
Otro error es creer que los políticos son una especie de raza aparte.
Yo veo los mismos casos (o intentos) de corrupción en ciudadanos de a pie, que en cuanto pueden evaden impuestos, se saltan las colas, no pagan el seguro del coche, tiran basura a la calle, recurren a amigos para arreglar asuntos administrativos...
¿Me equivoco si digo: el que no esté de acuerdo es un corrupto?
¿Sabéis de un sólo político que no esté de acuerdo con este artículo?
¿Sabéis si ese político es capaz de decir en QUÉ estar en desacuerdo?
... Hay corrupción porque conviene y los más falsetes la condenarán mientras corrompen a la sociedad.
¿Cuándo se penalizará las mentiras de los que gobiernan?
Muchísimas gracias! acabo de hacer copia del artículo para que llegue a más gente y te menciono al final:
http://catalania.blogspot.com/2009/03/por-que-hay-tanta-corrupcion-en-espana.html
Gran artículo, pena que el conformismo y la rutina haga que la gente no vea estas cosas, el cambio es posible señores
Hola, soy el del cometario de la 17:44 y respondo a Quejica.
Queijca: el autor diga "Una primera tentación que hay que evitar es la de afirmar que la corrupción está en "nuestra cultura". Se trata de un argumento peligroso e intelectualmente poco satisfactorio, pero que, sin embargo, goza de cierto predicamento en algunos círculos" no quiere decir que sea LA VERDAD, esa es su tesis. La mía es que sí es un problema cultural y provocado, al menos en los países donde el cristianismo fue la base de sus actuales sociedades, por el tipo de "iglesia" en la cual quedaron luego de la Reforma debido a la cosmovisión divergente que adoptaron respecto del trabajo: si era una maldición (catolicismo romano) o si era una bendición (protestantismo).
si el trabajo es una maldición hay que evitarlo y tratar de ganar más haciendo menos. Si el trabajo es una bendición se gana más trabajando maś.
De ahí que la novela picaresca sea un género español y la conducta del pícaro anide en el fondo del alma de los españoles y las que fueron sus colonias.
El pícaro no se dio en Alemania, ni en Suiza, ni en Escandinavia, ni Holanda, etc.
Saludos
@anonimo del 27/M 4:46 - si no te gusta John Jackson, puedes votar a Jack Johnson. Si casi nadie votara, de todas firmas habría un ganandor.
En realidad todo el sistema esta perfectamente equipado para que solamente un 2% de la población piense y de ese 2% la población pensante prácticamente en un 80% trabaja para partidos políticos y ponen su inteligencia al servicio de los partidos que representan así que en otro 0,20% ( 2X 1000) aprox. 80.000 personas con libre opinión en un país como España no le preocupan realmente a nadie por mucha razón que tengan ... Y asi sucede tanto en las democracias parlamentarias como en los regimenes totalitarios de izquierda radical donde este numero se reduce a la mitad de la mitad . En los países democráticos al grupo librepensador se le condena al " ostracismo " en los países Totalitarios se les condena a prisión por razones políticas diversas y se les deja en reserva como " mártires para una próxima revolución de signo contrario”.
Por ello es más fácil y con la connivencia de los medios, crear campañas medíaticas tipo violencia de genero que luchar por la dignidad política.
Quisiera responder al del comentario de las 17; sin acritud.
Yo veo que su última anónima aclaración del día 27 no contradice al artículo; yo también veo una excusa muy mala decir como la corrupción está en nuestra cultura entonces hay que dejarlo correr. Falso, mis padres son religiosos, tuve una infancia religiosa y yo soy ateo.
Por ello, sus aclaraciones sobre la picaresca corren el riesgo de ser un tanto frívolos.
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